El Museo de Historia Natural del Smithsonian de Washington ha recreado la serpiente más grande del mundo, la Titanoboa, con una impresionante réplica a tamaño real. La bestia, de catorce metros de longitud y más de una toneladas de peso, vivió hace 58 millones de años en las selvas tropicales del actual departamento de La Guajira, en Colombia.
Según sus descubridores, el peso de la bestia equivale al de diez jugadores de lucha libre y su longitud a la de un autobús escolar de Estados Unidos, donde todo se construye a lo grande. "Es la serpiente más grande que ha existido, de la familia de las boas, vivía en lagos y mataba a sus víctimas estrangulándolas y comiéndolas enteras", relata uno de los coordinadores de la investigación, Carlos Jaramillo, colombiano afincado en Estados Unidos.
Según los expertos, la Titanoboa se encontraba en lo más alto de la cadena trófica: comía de todo, cocodrilos y anacondas, por ejemplo, lo que hace pensar que se habría alimentado también de humanos si hubieran compartido era.
El animal prehistórico tenía la apariencia de una boa constrictor, pero en gigante, y actuaba como las anacondas, pero en perverso, según las investigaciones, que concluyeron unos meses atrás.
Todo empezó -como en las historias de exploradores- con un hallazgo inesperado bajo el sol y la humedad de Colombia. "Acababa de bajar del autobús, encontré una roca, la levanté y vi una hoja fósil", recuerda el colombiano Fabiany Herrera, por aquel entonces estudiante de pregrado. Fue en 2002. Esa visita a Cerrejón, la mayor mina de carbón al aire libre del mundo, convertiría ese punto septentrional de Colombia en el mayor depósito de fósiles del planeta.
El investigador Jaramillo ya intuyó entonces que eso era el principio y las exploraciones posteriores confirmaron que en esos terrenos había existido una excepcional selva tropical. Fósil a fósil, fueron dándose cuenta de que en Cerrejón había habido flores, frutas, plantas y tortugas gigantes, así como cocodrilos de quince metros y peces pulmonados de tamaño increíble.
En 2005, otro estudiante colombiano, Edwin Cadena, se sumó a las expediciones para buscar restos de tortugas y en su primera campaña encontró unas vértebras. Cadena rememora que encontró "algo diferente a lo que buscaba y muy grande" pero lleno de sedimentos, lo que sus colegas en Florida (EE. UU.) acabarían identificando como "vértebras de Titanoboa", por titánica y por ser de la familia de las boas.